Conflictos laborales: cómo convertirlos en un espejo para tu crecimiento personal

¿Quien no vive situaciones de incomprensión, conflicto o rechazo en la empresa o con personas con las que trabajas?

La empresa no deja de ser una representación simbólica de la familia nuclear. Y los conflictos que vivimos en ella no son más que una representación de los que tenemos en casa. La diferencia estriba en que en casa muchas veces no somos conscientes de esos conflictos porque las lealtades que profesamos a nuestros seres queridos nos impiden darnos cuenta de nuestro malestar. Justificamos nuestro malestar por amor a ellos. En cambio con personas no vinculadas emocionalmente, afloran igualmente esos mismos sentimientos, pero somos más conscientes de que la situación nos incomoda.

No hay que olvidar que el sentimiento o la herida está en nosotros antes que el conflicto, y la vivencia dolorosa que vivimos en el trabajo o en cualquier parte, sólo es la representación que revivimos una y otra vez, hasta que hacemos consciente el juicio auto-impuesto. Esto nos hace capaces de comprender esa herida y de afrontar nuestros conflictos desde otro prisma, pudiendo actuar de forma diferente sin sentir culpabilidad o sentirse en deuda con nadie. Porque mayoritariamente nuestros comportamientos son lealtades hacia nuestros padres. Adaptaciones de nuestra persona a sus necesidades y la propia necesidad de pertenencia a una familia o un clan. Es un instinto muy primario, relacionado con la supervivencia, que no podemos detectar la mayoría de las veces.

El jefe representa al padre o figura de autoridad en casa. Que también puede ser la madre, dependiendo de quien posea la energía masculina o femenina. Con ella revivimos nuestros sentimientos de dolor ( falta de aceptación, autoritarismo, imposición, sumisión…). Todo lo que no tengamos equilibrado aflorará de nuevo.

Veremos el conflicto fuera de nosotros. Culpabilizaremos al otro de nuestro dolor. Que nos traten mal, que no nos vean, etc. Pero es la misma herida de casa. Muchas veces asumiremos nuestra incapacidad y seguiremos aguantando esa misma situación indefinidamente. Otras veces optaremos por la opción de cambiar de trabajo, para huir de la situación. Pero nos encontraremos con las mismas situaciones a no ser que comprendamos nuestro juicio o incapacidad y nos permitamos ser de otra forma.

Y cuando digo que las situaciones de conflicto son debidas a nuestro propio juicio, a muchos de vosotros os chirriarán los oídos y se os cruzarán los cables de la cabeza. Pero si. Los juicios hacia nosotros mismos son los que nos imposibilitan que recibamos respeto de parte de los demás. Si yo no me respeto porque no me siento merecedor, porque dudo de mi valía, reflejaré personas que no me respetan, ya que no soy capaz de defender mis límites y necesidades.

Esta situación también puede venir reflejada con los compañeros de trabajo, los cuales pueden simbolizar a un hermano/a o a la pareja.

El sueldo o dinero que se obtiene del trabajo,  también está relacionado con el auto-concepto de valía de cada uno; que simbólicamente se relaciona con la madre (la nutrición que nos da desde que venimos a este mundo). Si vivimos una relación de madre-hijo/a de poca aceptación o desvalorización constante, seremos incapaces de sentirnos personas completas competentes y merecedoras de riquezas. Pasaremos la vida justificándonos ante los demás, porque no tenemos el merecimiento de ser. Nos sentiremos impostores dentro de la empresa, profesionales mediocres o con la sensación de duda de nosotros mismos.

En el momento en que superamos estas heridas, nos encontraremos ante relaciones laborales de otro tipo.

La pregunta es ¿Cómo superar estos sentimientos de dolor?

Estas heridas surgieron en nuestra infancia. Da igual que los padres hayan intentado ser correctos o perfectos, porque aún así, existirán heridas en los hijos. Y de esta constatación nos viene la solución. De la aceptación de que nuestros padres se encontraban en nuestra misma situación con sus propias heridas, y que hicieron lo que pudieron o supieron.

La solución siempre se encuentra en uno mismo. Eso nos da la responsabilidad de nuestra situación pero también la capacidad y el poder para revertir nuestra situación sin depender de nadie. No  hay nadie que te solucione los conflictos desde fuera. Tu eres la solución. Cambiando tu percepción cambiarás tu realidad. En cuanto aceptes a las personas que te rodean, y comprendas que sólo te hacen de espejo ante tus propios conflictos, empezarás a valorarte más, respetarte más y a no tener miedo de exigir a la vida tus necesidades y prioridades. Muchos de los que te rodean lo comprenderán y aceptarán tu nuevo yo, y otros muchos no lo harán y desaparecerán de tu vida. Pero la vida te acercará a nuevas personas afines a tu nuevo ser. No tengas miedo del cambio. Ahí es donde aparecen todos nuestros miedos. “Es que me echarán de la empresa”, “es que tengo que pagar una hipoteca”, “es que la empresa anda mal económicamente y no me puede ampliar el sueldo”. No escuches tus discursos del miedo. Son los que te han anclado a la situación actual. Valórate, que nadie lo hará si tú no lo haces.

Para la comprensión de lo expuesto me gusta explicar la alegoría del espejo.

Cuando te miras en el espejo (físico o de la vida) ves tu imagen reflejada (física o simbólicamente en las relaciones que tienes con los demás). Cuando esta imagen física no te gusta, intentas cambiarte a ti mismo para que el reflejo sea otro más gustoso. En cambio con los reflejos que nos encontramos en la vida (relaciones, conflictos) intentamos cambiar al otro, y lo vemos culpable de lo que nos está pasando. Esta actitud no va a cambiar la imagen reflejada. La queja solo quiere el cambio de los demás y la inmovilidad de uno mismo. Esto no es más que manipulación.

Es muy sutil muchas veces en la relación de padres a hijos. Muchas veces queriendo o deseando lo mejor para el otro. Cuando seamos capaces de respetar y aceptar al prójimo tal y como es, aunque te duela, seremos capaces de aceptarnos a nosotros mismos. Eso si, esto no quiere decir que por respetarlos y aceptarlos, te tengas que ignorar. Cuando aceptas el camino y necesidades del resto, sabrás escoger libremente tu camino y rodearte de las personas que te nutren, y descartar aquellas que no te convienen, aunque sean tus familiares, tus jefes o el espíritu santo. Sabes lo que necesitas. Solo hay un camino en esta vida. Da igual dónde o con quién. Pero lo que no puede fallar nunca es el respeto hacia uno mismo, la auto-valoración y el auto-cuidado. Expresa lo que necesitas sin complejos. El mundo tiene que saberlo. Las palabras tienen el poder de materializar las ideas en realidades. No basta con sentir el cambio. Cada momento es el oportuno para materializar esa nueva realidad que necesitas.